El ser humano es el responsable de que muchas especies estén extintas en la actualidad. El bucardo, una subespecie de la cabra montesa, es el ejemplo de la acción nociva del hombre sobre la fauna. La cabra montésa de los pirineos, como también se conocía, habitaba en las laderas pirenaicas, especialmente en las zonas montañosas del lado sur, entre la frontera de Francia y España. Su principal rasgo era su imponente cornamenta, que terminó por marcar su sentencia de muerte, debido a la caza indiscriminada.
Sin duda, los cuernos debían ser el atractivo principal de este cuadrúpedo. En cuanto a la longitud, no existía punto de comparación con otras subespecies. La base de sus astas era bastante gruesa, tanto en hembras como machos, y muy fuerte.
Características del Bucardo
El nombre científico del bucardo era “Capra pyrenaica” y destacaba también por su pelo, que lucía más largo y grueso en invierno. Los machos se diferenciaban de las hembras por unas rayas de color negro que desarrollaban sobre la piel de su espalda y patas.
El único registro que se guarda del peso de un bucardo vivo es de 66 kg, por lo que era mucho más grande que las cabras comunes. Tal vez sus astas jugaban un papel fundamental en este sentido, ya que eran las más extensas de las cuatro subespecies de cabra montés que existían en la península ibérica.
A excepción de la longitud de los cuernos, compartían similares características: patas cortas, cola roma, orejas recortadas, ojos salientes y de color ámbar, y cuello relativamente musculoso. Su pelaje lucía pardo o canela en épocas veraniegas y grisáceo en el invierno. Las hembras eran de menor tamaño que los machos y quizás tenían ciertas diferencias en el aspecto de sus cuernos. Normalmente se alimentaban de hierba, cortezas, ramas y hojas.
Extinción del bucardo
Se estima que su desaparición inició en las cercanías de Francia, en la Cordillera. En el territorio español se mantuvo por más tiempo la población de bucardos, pero conforme pasaban los años, disminuían sus posibilidades de supervivencia. Ni la ciencia pudo hacer nada por esta especie, pese a sus múltiples esfuerzos.
Investigaciones apuntan a que la caza de este animal era una actividad habitual en tiempos prehistóricos, teoría reforzada por pinturas rupestres encontradas. Sin embargo, a partir del siglo XVIII la persecución al bucardo se extendió entre cazadores de Europa, multiplicando la cantidad de ejemplares que morían.
El alerta en cuanto a la amenaza de extinción del bucardo se activó a comienzos del siglo XX, y se extendió hasta finales del mismo. En 1970 se contabilizaron apenas 20 ejemplares, pero no se tomaron con prontitud las medidas necesarias.
Para 1973, implementaron la protección estatal de la especie nombrando Parque nacional al área de Ordesa, donde frecuentemente permanecía el bucardo. No obstante, esta acción no tuvo el resultado esperado. En 1993 tan sólo sobrevivían 10 cabras, pero no existían machos, situación que marcó el fin de la especie.
Para 1995 sólo habían tres, y una de ellas fue atrapada y murió en cautiverio. Para 1997 sólo quedaba una y aunque se intentó fertilizarla, método para el cual fueron utilizados dos machos de otra variedad de cabra montés, el procedimiento no funcionó, Las crías estuvieron vivas sólo unos minutos.
el fin del último bucardo
El terrible deceso de la último bucardo fue un suceso cargado de infortunios. Sucedió el 5 de enero del año 2000, en un accidente que nada tuvo que ver con la caza furtiva. Celia, como se le bautizó a esta cabra, fue aplastada por un árbol. Falleció al instante. Pereció donde había estado toda su vida, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Pasaba junto al tronco cuando éste se quebró y le cayó encima.
Poco antes de la muerte de Celia, investigadores autorizados por el gobierno local, sustrajeron parte del tejido de una oreja del animal, para guardar un registro del ADN, que permitiera la clonación en el futuro.
Un texto de investigación, publicado en 2003 , seguraba que científicos estaban realizando estudios del tejido de este último espécimen. Aunque lograron extraer células madre que pudieron introducir a través de embriones en la matriz de cabras domésticas, no se obtuvo el resultado esperado.
Una de ellas logró gestar una cría de bucardo, pero problemas pulmonares cegaron su vida a pocos minutos de nacer. Estos acontecimientos han posicionado al bucardo en la historia, de forma poco agradable, como el único animal en el mundo famoso por haberse extinguido dos veces.
¿Revivirlo o no?
Pese al fracaso científico en la clonación de un ejemplar bucardil, se albergan esperanzas de próximos procedimientos. Tal parece que en Aragón se mantiene un banco con muestras congeladas de bucardo, que servirían para dar continuidad a los experimentos si así se decidiese. No obstante, hay muchas posiciones encontradas sobre el planteamiento de revivir a esta especie por vías que no son las habituales.
El debate que actualmente plantea el tema de la clonación también cuenta con opiniones favorables, igualmente válidas. Algunos exponen que tras una clonación exitosa, el hombre podría olvidar que la extinción fue provocada, en primer lugar, por la omisión a las reglas de conservación y respeto a la fauna. Quizás, esto se traduciría en una mayor desvalorización de las especies en conservación.
La única posibilidad que tienen las personas de ver a un bucardo, es acudir al Parador de Valle de Pineta, en Huesca, donde hay uno disecado. Otros especímenes en iguales condiciones están en museos de Francia y Austria.
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