Como extraído de una postal del medioevo, donde los hombres se trababan en fantásticas luchas con seres sobrenaturales, así aparece el dragón de Komodo. Su nombre científico es Varanus Komodoensis y pertenece a la especie de los saurópsidos, de la familia de varánidos. Podemos encontrar esta rara especie de reptiles en las islas que conforman Indonesia.
Estos animales, que impresionan a simple vista, recién comenzaron a ser estudiados a principios del siglo XX. Sus características particulares y su tamaño, hicieron que fueran extremadamente apreciados en los zoológicos de todo el mundo.
El dragón de Komodo es una especie en estado de extinción en su hábitat natural, debido a la importante acción predadora del hombre, por ello ha sido colocado entre las especies con necesidades especiales de protección, por parte de la Unión Internacional para la Preservación de la Naturaleza. En consonancia con esta medida, la República de Indonesia creó, en 1980, el Parque Nacional de Komodo, dedicado a la perpetuación de esta especie.
El dragón de Komodo, un predador gigante
Este animal mide, aproximadamente, entre 2 y 3 metros de largo y pesa un promedio de 70 kg. Aunque los registros han llegado a identificar especímenes de más de 3 metros y 166 kg. El dragón es un animal carnívoro y su alimento principal es la carroña, pero también pueden actuar como cazadores, siendo sus presas aves, pequeños mamíferos y algunos invertebrados.
Su piel está cubierta de gruesas escamas que actúan como una verdadera armadura. Durante su juventud, los dragones de Komodo, presentan un vivo color verde acompañado de manchas amarillas y negras, que le da un aspecto sobrenatural. Los adultos presentan un color marrón opaco y, sobre todo, uniforme.
Su cola es sumamente fuerte y tiene la misma extensión que el resto de su cuerpo. Para el dragón de Komodo su cola es un arma letal que utiliza para derribar presas de mayor envergadura que él. En el otro extremo de su cuerpo, su boca está provista por 60 dientes aserrados que cambia con frecuencia. Cada diente de este reptil puede llegar a medir hasta 2,5 centímetros.
Los raros sentidos del dragón de Komodo
Este reptil gigante no cuenta con un oído y una visión muy desarrolladas. A pesar de tener importantes conductos auditivos, el dragón de Komodo posee una audición bastante limitada. Lo mismo ocurre con su visión, que está limitada al día, careciendo de una visión nocturna. El principal órgano de los sentidos de estos animales está ubicado en su lengua, larga, amarilla y con bifurcada en su extremo. Con ella puede “oler”, detectar sabores y recibir otro tipo de estímulos que favorecen su orientación. La lengua del dragón se complementa con su órgano de Jacobsón, actuando conjuntamente, otorgándole un gran sentido de la orientación, lo que le permite detectar sus presas o la presencia de carroña hasta 9 km de distancia.
La acumulación de restos de carroña y otros alimentos en la boca y entre las piezas dentales de estos animales son el caldo de cultivo de un verdadero universo de bacterias sépticas que crecen en su boca, por eso durante muchos años se creyó que la saliva del dragón de Komodo era venenosa.
Hábitat y reproducción
Los dragones de Komodo se desarrollan en lugares cálidos y secos, con espesas hierbas y arbustos. Lo mismo que en los bosques tropicales. Por sus hábitos de mantenerse lejos de los cursos de agua, durante muchos años se lo conoció como “cocodrilo de tierra”. Sus patas fuertes y cortas le permiten alcanzar importantes velocidades en carreras cortas, cuando de atrapar su presa se trata. También pueden trepar árboles, de hecho, las crías del dragón de Komodo prefieren la protección de los árboles durante los primeros meses de vida. Son animales solitarios y sólo buscan agruparse en tiempos de apareamiento.
En condiciones normales, un dragón de Komodo puede llegar a vivir hasta 50 años y estos especímenes alcanzan su madurez sexual a los 9 años, las hembras y a los 10 años, los machos. El período de apareamiento se da entre los meses de julio y agosto y los huevos son puestos durante el mes de setiembre. Para llegar al apareamiento, los machos deberán vencer a sus oponentes en cruentas batallas, pero una vez surgido el ganador, éste deberá obtener la aprobación de la hembra que, en los primeros tiempos de la época de apareamiento se mostrará sumamente hostil. Luego del acople, el macho pasará unos días junto a la hembra para evitar que otros machos quiera aparearse, y luego se alejará. Aunque estudios recientes han detectado que los dragones de Komodo pueden llegar a generar vínculos de pareja.
La incubación de los huevos demanda un tiempo de 7 a 8 meses. La hembra deposita los huevos en un nido que construye cavando la tierra o utilizando nidos abandonados, allí deposita más de 20 huevos a los que cubre con tierra y hojas y luego se echa sobre ellos. Una vez que nacen las crías, luego de un trabajoso proceso de romper la cáscara del huevo con un diente especial que luego se cae, éstas deben sobrevivir por sus propios medios ya que no existe ningún cuidado por parte de las hembras, por eso los especímenes jóvenes pasan casi un año de sus vidas trepados a los árboles, donde se sienten más seguros.
Se ha constado en dos oportunidades que hembras mantenidas durante años en cautiverio y sin contacto con machos, han puesto huevos que han dado lugar a crías machos como un excelente mecanismo de preservación de la especie.
Deja una respuesta