En las regiones del norte de Asia y África habita el jerbo. Algunos textos los ubican en la familia Dipodidae y otros en la Cricetidae, ambas compuestas por roedores miomorfos de aspecto, costumbres y tamaños diversos. En general, los jerbos integran a la subfamilia Gerbíllinae, conformada por 10 géneros y 40 especies. Dos de las más populares son el jerbo de Mongolia y el jerbo de Egipto. Este último es un roedor saltador conocido como Jaculus jaculus, que suele ser acogido como mascota en hogares estadounidenses, europeos y canadienses.
características del Jerbo
Por su parentesco con las ratas comparten algunas características. Sin embargo, el rasgo distintivo del jerbo son las patas posteriores, muy similares a las de los canguros. Al igual que ellos las utilizan para saltar y para desplazarse entre brincos. También le sirven para huir de los depredadores en el desierto, su lugar de nacimiento.
Sus extremidades frontales pueden ayudar a distinguir a un jerbo africano de uno asiático. El primero posee tres dedillos y el segundo cinco, como los seres humanos.
Este animal mide 12 centímetros, sin contar su cola, la cual puede alcanzas otros 10 centímetros. Goza de una complexión esbelta, llamativos ojos saltones, oscuro y de gran tamaño, y un pequeño cuello que apenas se distingue de su cabeza, que es ancha y menos alargada. Sus orejas son diminutas y ovaladas. Su peso no tiende a superar los 120 gramos.
En un principio lucía una tonalidad dorada que probablemente le permitía pasar desapercibido en las finas arenas mongolas o chinas. No obstante, tras varios lustros de mezclas estos colores fueron perdiéndose y, hoy por hoy, pueden hallarse jerbos albinos, negros, lilas y otros.
Realmente llaman mucho la atención por su carácter dócil y apacible. Son juguetones, pacíficos, curiosos e inquietos. No suelen morder a menos que se sientan verdaderamente amenazados. Su esperanza de vida suele ser de tres años.
Convivencia
El jerbo tiene mucha facilidad para codearse con el ser humano, algo que le suma puntos al momento de considerarlo como mascota. A los niños se les debe explicar que es sensible al tacto y que un movimiento brusco podría lastimarlo. La manera correcta de alzarlo es tomándolo por la región baja del cuerpo, evitando el contacto con su cola. Es apropiado comenzar la socialización desde temprana edad para que se vaya acostumbrando, siempre previniendo las situaciones de estrés que puedan originar alteraciones de su estado de ánimo.
Su curiosidad lo lleva a examinar el entorno. Es común verlo estirado en las patas posteriores, atento a cualquier cambio que pueda ocurrir. Su postura es muy graciosa.
Comportamiento del Jerbo
El jerbo es muy dado a actividades como comer y cavar, así que se puede incluir un pedazo de tronco en la jaula para que se entretenga. Sus uñas y su dentadura están en constante crecimiento, por lo que es importante seleccionar una “casa” que sea lo suficientemente resistente y protegida para que no pueda escaparse si ruñe o araña.
Para quien aprecie el silencio el jerbo resulta un buen compañero, pues suele hacer muy poco ruido. Si se le escucha “alborotado”, es porque intenta llamar la atención de su dueño. Tal vez quiera distraerse y jugar un rato.
Disfruta viviendo en grupos, por lo que es conveniente adoptar un par de ellos para que se hagan compañía y no adopten un comportamiento agresivo.
Es importante resaltar que cuando la hembra se embaraza tarda menos de un mes en dar a luz, y pare entre dos y cinco crías. Nacerán ciegas y carentes de pelaje, pero a la semana ya estarán cubiertas de pelos. Sus primeras tres semanas se nutren de la leche de la madre, posteriormente se les puede alimentar de la misma manera como se hace con los adultos.
Por lo general el jerbo alcanza la madurez sexual a los tres o cuatro meses y podrá reproducirse hasta cumplir el año. Para distinguir el sexo hay que evaluar la distancia entre el ano y el orificio sexual. En el macho es mayor. Su contextura también los delata. La hembra es menos fornida y robusta que el macho.
Alimentación del Jerbo
El forraje mezclado, exclusivo para jerbos, es lo más indicado para alimentarlo. A manera de complemento, se le puede sumar algún gusano vivo. Muy ocasionalmente se le puede proveer de huevos cocidos, galleta para cachorros, frutas y verduras. Las más aconsejables son la zanahoria y la manzana, pero solo dos veces a la semana. No es prudente el suministro de maníes, hojas o fruto de girasol porque puede acarrearle sobrepeso.
Se debe tener particular cuidado con las cantidades, pues los excesos pueden provocarle diarrea. La hojarasca puede favorecer su proceso digestivo y el agua fresca nunca le debe faltar. Un buen hábito es acostumbrarlo a cumplir horarios de comida, preferiblemente en las mañanas.
Preparando lo indispensable
Hay una pequeña lista de requerimientos que no se puede pasar por alto cuando se piensa en adoptar un jerbo. Primero que nada se debe precisar una jaula espaciosa que soporte su actividad diaria. Lo ideal es que sea una con barras, pero una pecera también puede cubrir sus exigencias. La base o piso debe estar cubierta de arena, aserrín y forraje. Asimismo, se pueden diseminar ciertas rocas con apariencia irregular o una raíz. De esto modo, tendrá suficientes cosas para divertirse. Un sistema de suministro de agua no estaría demás.
Un nidal para aves, una maceta o un cajón de madero son igualmente aconsejables. Lo fundamental acá es mantener la limpieza. Semanalmente se debe limpiar la superficie. Si hay restos de alimento se deben recoger a diario.
Es esencial mantenerlo en un sitio alejado de corrientes de aire, a una temperatura que no baje de los 20°, y sin exposición directa al sol.
Una revisión veterinaria una vez al año le servirá para prevenir problemas de piel, patologías parasitarias, daños oculares y fracturas.
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