Los océanos europeos eran dominados hace 155 o 160 millones de años por el liopleurodon. Su máximo exponente el Liopleurodon ferox podía alcanzar los seis metros de largo y era uno de los carnívoros más letales del periodo jurásico medio y superior. El paleontólogo francés Henri Émile Sauvage lo bautizó partiendo de tres piezas dentales. Por ello se explica que-desde 1873-se les conozca como liopleurodon, cuyo significado en latín es “dientes de lados lisos”.
Los primeros fósiles hallados por Sauvage eran de 70 milímetros. En su mayoría, los descubrimientos se hicieron en territorio inglés y francés. La complexión del liopleurodon insinúa que era excelente nadador, pues contaba con cuatro extremidades semejantes a unas aletas.
Los avances tecnológicos permitieron simular, con ayuda de un robot especial, cómo serían sus movimientos en los océanos europeos. Aunque no eran altamente eficientes, le permitían acelerar para perseguir a sus víctimas.
Partiendo del cráneo
Se considera que era un carnívoro que recurría a las emboscadas en el proceso de caza. Asimismo, conforme a diversas pruebas realizadas a su cráneo, se estima que utilizaba sus narinas o fosas nasales para detectar el origen de algunos olores bajo las aguas.
Precisar las medidas exactas del liopleurodon ha generado opiniones encontradas entre los especialistas. Así, por ejemplo, el experto en paleontología L. B. Tarlo propuso que se puede calcular la longitud física neta tomando en cuenta las dimensiones de la cabeza.
Según Tarlo, el cráneo representa la séptima parte de la extensión total en estos especímenes. Con base en esta teoría, se estima que el liopleurodon medía cerca de diez metros y medio, pero esto no se ha confirmado con certeza, pues hallazgos recientes han referido que la cabeza constituiría solo una quinta parte de lo que sería su complexión total.
Características y alimentación del liopleurodon
El liopleurodon contaba con dos pares de aletas que podía mover en conjunto para acelerar, o por separado para “maniobrar”.
Se estima que gracias a sus poderosas extremidades alcanzaba incluso 45 km por hora. Aunque tuviese la imposibilidad de navegar por áreas estrechas.
Otro rasgo que lo convierte en un espécimen fascinante era su corta cola que compartía con el resto de plesiosaurios. Su peso rondaba las 50 toneladas y quizás fue ovovivíparo.
El liopleurodon poseía diminutas narinas en comparación con su cuerpo. Por ello, los especialistas consideran que es probable que respirase a través de la boca. Esta característica también indica que tendría problemas para respirar fuera del agua y que su peso le provocaría una asfixia. Quedar “varado” en tierra lo expondría a ser devorado por reptiles carnívoros.
En cuestiones de dieta, el menú del liopleurodon estaba conformado por tortugas, tiburones, peces, plesiosaurios, ictiosaurios y cualquier otro reptil que anduviese desprevenido por aguas cercanas.
De poderosos colmillos
La cabeza del espécimen marino tenía fuertes semejanzas con la de otros reptiles, en particular porque su fisionomía era triangular. Vista desde los laterales se percibía su estructura alargada. Asimismo, poseía un hueco en la parte trasera de la testa que minimizaba el peso y conectaba al oído con la materia gris.
La parte delantera de su dentadura era de grandes proporciones, con 18 centímetros cada pieza, afiladas y largas. El amplio tamaño de la mandíbula sugiere que una parte importante de su fuerza se enfocaba en esta área.
Tales características sugieren que atrapaba a sus presas y las mataba en el acto, bajo la presión de sus poderosos colmillos. Las piezas posteriores eran más compactas, probablemente, ideales para desgarrar la piel de su comida.
Conforme evidencian varias pruebas el poder del mordisco del liopleurodon, éste alcanzaba las seis toneladas de coacción. Representaba una amenaza mayor que el famoso tyrannosaurus.
Detectando el movimiento
El liopleurodon era altamente agresivo, incluso con otros liopleurodon. Contaba con extensas zonas para cazar, pero eran escasos los ejemplares. Si un par coincidía, el encuentro terminaría en una pelea mortal. Las hembras buscaban al macho más apto para aparearse, las crías estarían con ella hasta poder defenderse solas.
Por su peso, se deduce que era originario de oceános. De lo contrario quedaría estancado. Como se mencionó anteriormente, poseía narinas diminutas, por lo que probablemente tendría que sacar la quijada del agua para lograr respirar. Los especialistas han dejado claro que tendría que usar sus fosas nasales de alguna manera, pero hasta ahora esto sigue siendo un misterio. Sobre su respiración queda mucho por descubrir.
Una hipótesis propone que en el interior de esas fosas habrían fibras que le ayudarían a detectar el movimiento, por ejemplo, la manera lateral en que nadan los peces, esa sería una utilidad adicional.
Se estima además, que no abría la mandíbula bajo el agua dado que sus pulmones se llenarían y moriría por asfixia. Esos pulmones, de grandes dimensiones por cierto, le permitirían soportar 20 minutos con solo una bocanada de aire fresco. Esto equivaldría a ocho veces la capacidad del ser humano en condiciones similares.
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