Hace poco más de dos mil años, en el siglo I (DC), el escritor Columela publicó una obra en la que hizo referencia a las características de una raza particular de perro. En su texto mencionó: “la cabeza es tan maciza que parece la parte más importante del cuerpo. Las orejas caen hacia el frente, los ojos brillantes y penetrantes son negros o grises, el pecho es profundo y peludo, los hombros son anchos, las patas gruesas, la cola corta, las patas traseras poderosas, y sus uñas fuertes y grandes”. Esta descripción obedece a la de un extinto can llamado moloso italiano, descendiente directo del dogo del Tíbet, y antepasado del hoy conocido como mastín napolitano.
El moloso italiano vivió en tierras romanas. Fueron criados y conservados en el entorno de la región napolitana durante siglos, sin que nadie definiera sus líneas de sangre. Fue un italiano de nombre Piero Scanziani, quien se interesó por él y creó al mismo perro en 1940, rebautizándolo como mastín napolitano. Piero se dio a la difícil tarea de escribir el estándar que hoy es de dominio público.
Características del Mastín napolitano
El mastín napolitano tiene una apariencia majestuosa. Se podría decir que su conformación general corresponde a la de un pesado branquimorfo, constitución que se caracteriza por la cortedad y la anchura de la figura. Tiene un tronco largo, siendo su altura de unos 50-75 centímetros.
Los machos de mastín napolitano son realmente grandes y poderosos, de cráneo macizo, cabeza arrugada, huesos grandes, y un peso que oscila entre los 60 y 70 kilogramos. Las hembras son más pequeñas y pesan entre 50 y 60 kilogramos.
Al cumplir el año de edad, alcanzan su máxima altura. Sin embargo, suelen crecer un par de centímetros más. Su peso total se establece a los tres o cuatro años. Para entonces ya serán unos perros fornidos y robustos.
Otra de sus peculiaridades importantes es la piel. Ésta no se adhiere al tejido subyacente, sino que es abundante, con tejido conjuntivo suelto por todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza, en donde muestra pronunciadas arrugas. Forma pliegues en el cuello, que hacen una pronunciada papada.
Su capa de pelo es densa, corta y uniforme, de color gris, negro, caoba, leonado o atigrado con manchas blancas en el pecho y la punta de los dedos.
Los cachorros nacen con los ojos azules, pero cambian a los tres o cuatro meses de edad, de acuerdo al tono de su pelaje.
Las orejas del mastín napolitano son pequeñas en relación al cuerpo. La forma de éstas es triangular, y están ubicadas sobre el arco cigomático (hueso del pómulo).
En lo que respecta a su cola, generalmente es cortada a dos tercios de su longitud original. Ésta debe ser ancha y gruesa en la base, y adelgazarse ligeramente hacia la punta.
Es un perro que por su gran tamaño necesita de espacios amplios, y a diferencia de otras razas, el mastín napolitano tiene una maduración lenta. Se considera adulto al cumplir los tres años de edad. Suele vivir entre 8 y 10 años.
Comportamiento del mastín napolitano
El mastín napolitano se “preocupa” por la protección de su familia. En sus orígenes no era tan cariñoso y afectuoso como lo es ahora.
Su carácter es fuerte, pero equilibrado y sereno. Es muy seguro de sí mismo, territorial y posesivo. Es muy poco ladrador, pero cuando se trata de la presencia de intrusos siempre está alerta.
Debido a su comportamiento dominante, no es recomendable tenerlo en el mismo territorio de otros perros con esa misma característica. Incluso, no se aconseja colocar juntos a dos mastín napolitanos del mismo sexo. Un macho y una hembra sería lo adecuado, ya que ella buscará tener el mando, siempre y cuando el macho admita ser el subordinado.
Es muy importante que el mastín napolitano sea enseñado y adiestrado para canalizar su energía. Demuestra mucho amor a la caza, por lo que tiende a seguir a ciclistas y corredores. También es conocida su adicción por corretear gatos, conejos y otros similares.
Cuidados del mastín napolitano
El mastín napolitano requiere un kilogramo de alimento diario. Su dieta debe ser equilibrada y de buena calidad, para que pueda cubrir sus requerimientos nutricionales, especialmente en su etapa de desarrollo.
De igual forma, necesita realizar actividad física constante para evitar problemas de crecimiento.
Le gusta mascar, por lo que será útil proveerle de varios juguetes o huesos. Aunque parezca una medida extrema, se le debe dejar encerrado en jaulas hasta que logre adiestrarse en su totalidad.
Hay que tener especial cuidado al momento de administrarle vitaminas y minerales. Algunos propietarios tienden a exceder las dosis, y eso puede resultar peligroso. El tipo de fármacos y las cantidades, debe estipularlas el veterinario.
Los excesos de vitamina A y D, por ejemplo, pueden causar cierre precoz de los cartílagos de crecimiento, curvatura de los elementos óseos y displasia.
No hay que olvidar su baño (cada dos semanas), la dosificación de agua potable, y la limpieza de orejas y ojos. El aseo es vital para su buena salud.
Enfermedades
Al igual que otras razas de perros grandes, el mastín napolitano tiende a sufrir de ciertas enfermedades. La más común es la torsión gástrica, ocasionada por abundancia de gases en el estómago, que hacen que éste se dilate sin que pueda ser sujetado por los ligamentos. En condiciones graves, se produce un giro de intestino que puede ser fatal.
También es posible que el mastín napolitano pueda padecer de ectropión o eversión en el párpado, que deja expuesta la superficie interna de esta parte del ojo.
Por su gran tamaño corre riesgo de sufrir displacía de cadera, cuyos síntomas son dolor, cojera y artritis.
Si se tiene un can de este tipo, se debe tener especial cuidado con el ojo de cereza, una afección que genera una masa de tejido de color roja en la esquina del ojo, así como de la rotura de ligamento cruzado craneal, que surge como consecuencia de un desgarro del ligamento de la rodilla.
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