Los bosques europeos resguardan un animal mítico que está en peligro de extinción. Se trata del urogallo, una especie de ave galliforme, perteneciente a la familia Phasianidae, que destaca por su hermoso plumaje.
El urogallo macho puede alcanzar una altura máxima de 1,10 metros y un peso de entre 2,3 y 4,5 kilos, mientras que la hembra no sobrepasa los 70 centímetros y pesa 1.7 kilogramos. Se distinguen de otras especies similares porque tienen unas plumas en forma de barba bajo su pico, una cola parecida a un abanico y unos tubérculos rojos sobre los ojos.
El tono del plumaje varía según el sexo. A menudo la hembra es de un tono rojizo castaño y moteado. Los machos de la raza pirenáica son más oscuros que los de la raza cantábrica (España).
Generalmente la cabeza y el cuello son grises, algo parduscos, con un fino barreado negro. El pecho lo tiene negro con reflejos verdes o violáceos y el pico es blancuzco. Las patas son emplumadas y pardas.
Hábitat del Urogallo
Las montañas, especialmente las de bosques abiertos, son los lugares de frecuente desenvolvimiento y hábitat del urogallo. En estas zonas suelen haber bayas y gran cantidad de vegetación que constituyen el principal alimento del animal. De igual manera, se encuentran distribuidos cerca de afluentes de agua, de donde se nutren constantemente para su supervivencia.
El urogallo cantábrico, que se encuentra en peligro de extinción, sólo se consigue actualmente en la parte occidental de Cantabria, en la parte norte de Castilla y León y en Asturias. Antes, la presencia del ave se extendía por prácticamente todo el norte de la Península Ibérica.
Alimentación del urogallo
Como dijimos, el urogallo come agujas de pinos, hojas, frutos y bayas. A sus polluelos le complementan con insectos en algunas ocasiones.
La dieta del urogallo también se adapta a las estaciones climáticas. Durante el verano se alimenta principalmente de hierba. También tiene preferencia por las crisálidas de hormiga, las bellotas y las hayas. De igual manera, las lagartijas y las serpientes pueden formar parte de su menú.
Durante la estación invernal el urogallo come brotes de los árboles de abedul, hojas de acebo y las acículas de pinos. Cuando llega la primavera igualmente se alimenta de brotes de haya y también de otras especies herbáceas. En otoño, su principal comida es el arándano.
Reproducción
El urogallo pasa tres meses en celo, entre marzo y casi todo el mes de mayo. El macho emite un canto para reclamar a la hembra durante el amanecer y el atardecer. Para emitir sus “gritos”, se sube a un punto alto para que así las gallinas lo escuchen. V
Vale acotar, que el sonido de este animal fue el que le dio su nombre, pues eran muy similares a los de un bóvido ya extinto que se llamaba uro. Tras las exigencias sonoras, el ave se posa en el suelo y copula con varias hembras el mismo día.
Las gallinas suelen poner de cinco a 12 huevos, los cuales colocan en un agujero que ellas mismas hacen en la tierra. Lamentablemente esta técnica no protege mucho a los huevos, pues muchos son víctimas de los ataques del jabalí, de los perros salvajes, las comadrejas y el azor. Por esta razón y por la mortandad de los polluelos, la población aumenta lentamente.
La hembra es la única que se encarga de incubar los huevos de 26 a 29 días. Los pollos de urogallo, nidífugos, son atendidos sólo por la urogallina y a los 15 o 20 días de nacidos empiezan a dar vuelos cortos.
Extinción
Desde 1976 se prohíbe cazar al urogallo y la especie fue catalogada como protegida desde 1986. Sin embargo, todavía se encuentra en peligro de extinción. Esta ave siempre ha sido una pieza codiciada por los cazadores, aunque no sólo la caza es la responsable de que su futuro sea incierto. Como ocurre con otros animales, su presencia también ha disminuido por la desaparición de su ambiente natural apto para ellas.
Urogallo cantábrico
El urogallo cantábrico es el que sufre un mayor de peligro de extinción. El número de ejemplares en libertad ha disminuido de forma alarmante. Estudios ambientalistas señalan que aproximadamente hay unas 600 aves, de ellas unos 500 adultos y unas 100 crías. Las cifras son más preocupantes porque la población existente está envejecida debido a una baja en la natalidad.
A pesar de ello, la principal causa es que su hábitat ha mermado con el paso de los años. Esto ha traído como consecuencia, que los grupos se dividieran y quedaran más desprotegidos ante sus depredadores naturales. En las áreas donde no ha ocurrido la división, el problema ha sido la intervención del hombre en el ambiente y los cambios climáticos.
Igualmente, no ha sido suficiente el control legal para evitar que el urogallo siga descendiendo en número de habitantes.
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