Las serpientes entran en la lista de animales más peligrosos del mundo. Existen muchas especies, pero hay una en particular que es de total cuidado. Se trata de la yarará, que se encuentra principalmente en países de Latinoamérica como Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay. La yarará, conocida popularmente como la víbora de la cruz, pertenece al género Bothrops, y se caracteriza por ser potencialmente venenosa.
La yarará, como todas las culebras, puede realizar movimientos bruscos y rápidos por su estructura larga y vertebrada. Aunque pueda parecer torpe, pues carece de buena visión y oído, es capaz de percibir la presencia de otros seres vivos gracias a la activación de sus otros sentidos. La vibración hace que se active y se aliste para el ataque. Sale con mayor frecuencia por las noches, cuando aprovecha para cazar a sus presas.
La yarará es de temperatura variable, lo que facilita su supervivencia y desplazamiento por cualquier tipo de clima, sin embargo no es amiga del sol, y lo evita constantemente. Tampoco le agrada el calor extremo ni el frío de invierno.
Su aspecto y características de la Yarará
Para determinar que se está ante la presencia de una yarará, se debe tomar en cuenta su aspecto. Tiene una cola corta, el cuerpo es grueso y lleno completamente de escamas. Puede medir hasta dos metros de largo, aunque las hembras suelen ser más pequeñas y pesadas. Se conocen tres tipos de yarará, que se diferencian básicamente por sus dimensiones: la grande, la chica y la ñata.
Las yararás poseen dos colmillos superiores muy afilados, a través de los cuales transmite el veneno. Esa sustancia es mortal, por lo que es importante mantenerse alejados de ellas. Son de color oscuro, generalmente negro, con rayas amarillas y otras manchas que forman figuras espectaculares como rombos y triángulos, entre otras. Son realmente muy llamativas.
La cabeza del animal también muestra una tonalidad intensa, y destaca por tener una línea clara dibujada entre sus ojos.
Comportamiento de la yarará
Aun cuando las yararás tienen mala fama debido a su alta peligrosidad y a la toxicidad de su ponzoña, no atacan mientras no se sientan amenazadas.
Su alimentación se compone básicamente de roedores, su principal “platillo”, el cual complementa con insectos y ranas.
Pese al terror que ha infundido en la sociedad, hay quienes agradecen su presencia, pues la yarará es considerada un arma vital para el control de ratas y ratones en algunas naciones.
Se le puede hallar en las cercanías de ríos, lagunas, pastizales, hoyos y escondites tenebrosos y recónditos. Por ello, hay que poner especial cuidado si se habita cerca de lugares con estas especificaciones
Al igual que otras culebras, con el tiempo va desprendiéndose de la piel para cambiarla. Sus movimientos constantes y el contacto con las piedras y el suelo, hacen que la dermis se desprenda con mayor facilidad. La muda ocurre posterior a una etapa fuerte de caza, de acuerdo con estudios hechos por especialistas en reptiles.
Proceso reproductivo
Si hay algo que caracteriza a la yarará es su capacidad para reproducirse. La hembra pone los huevos, donde se desarrollan las crías llamadas viborezno, las cuales salen cubiertas de una membrana fuerte que las protege.
La yarará es capaz de parir unos 17 viboreznos que pueden salir cada 12 minutos. Al nacer, estas culebrillas llegan a medir unos 25 centímetros de longitud.
La serpiente yarará es muy independiente desde el momento en que llega al mundo. Los viboreznos pueden andar completamente solos luego de 25 minutos de haber surgido de los huevos. Podrán defenderse sin ningún problema porque ya sus colmillos tienen el potente veneno que además, les permite cazar y engullir a sus presas para nutrirse.
Alerta con las serpientes
La mordida de una yarará puede ser mortal en caso de que la víctima no sea atendida de una manera oportuna y adecuada. No obstante, no se han identificado muchos casos de ataques que hayan desencadenado la muerte de una persona, al menos no hay registros con cifras significativas al respecto.
Tras la mordida de la serpiente se manifiestan síntomas que deben tomarse en consideración para llevar a cabo el tratamiento. Por ejemplo: dolor intenso, sensación de ardor, hematoma en la zona afectada, migraña, molestias abdominales, diarrea, náuseas, vómitos, convulsiones y colapso.
La yarará muerde y a los 15 minutos del ataque, la víctima comienza a notar la gravedad de la lesión. Los efectos del veneno deben ser contrarrestados con la aplicación de sueros bivalentes y polivalentes.
Aunque esta serpiente habita en países de Suramérica, es Argentina la nación con mayor población de yararás. No obstante, no son consideradas una amenaza para la colectividad porque controlan la reproducción de alimañas y roedores. Sin embargo, es importante que ante la sospecha de la presencia de una yarará, se busque asesoría de personas o entes capacitados. Alejarse de ella es la mejor medida de prevención ante un posible ataque.
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