En Canada, Chile, Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay, habita la zarigüeya, un mamífero marsupial como el canguro, pero mucho más pequeño y con apariencia poco agraciada. Mide entre 30 y 50 centímetros y pesa entre 2 y 5 kilos. En países como Venezuela y Colombia abunda una variedad comúnmente denominada “rabipelado”, que destaca por su habilidad para subir árboles, ya sea para comer, dormir o huir del peligro. Suelen hacer sus nidos con ramas u hojas, pero también aprecian las madrigueras bajo tierra. Se les puede ver en grietas, superficies rocosas, basureros, cornisas, muros elevados o caminando en las carreteras.
Características de la zarigüeya
Conocida como “zorra mochilera”, la zarigüeya puede llegar a vivir hasta ocho años en su hábitat natural. Es una especie bastante rechazada por los humanos, debido a sus grotescas características. De cuerpo macizo y lleno de escamas, cuello rechoncho, hocico alargado, patas cortas y cola gruesa, redonda y peluda en la base, es visualmente desagradable.
Se desplaza con lentitud y torpeza, asentando la planta del pie, pero es muy ágil para sostenerse en los troncos, apoyado de sus pulgares y su cola, la cual emplea para colgarse, al igual que los monos. Como los canguros, cuenta con una bolsa en la panza que utiliza para transportar a sus crías.
La zarigüeya come de todo
La zarigüeya es un animal nocturno. De día descansa y al oscurecer sale a buscar el alimento para subsistir. Se nutre con frutas, gusanos, insectos, lagartos, anfibios, aves, roedores, conejos, cereales, basura humana y hasta restos de animales muertos. En los gallineros le temen, porque los asalta en busca de sangre. Tiene unos músculos muy fuertes en las mandíbulas que le permiten masticar materiales muy duros como conchas de caracol y huesos. Además, come serpientes venenosas.
Las hembras zarigüeyas producen un mal olor que utilizan para ahuyentar a otros animales, aunque en época de reproducción atrae a los machos.
reproducción de la zarigüeya
Las hembras tienen una vagina bifurcada, dos ovarios, dos oviductos, dos úteros y dos cuellos uterinos. Los machos poseen un pene bifurcado (tiene dos puntas) que facilita el apareamiento, pero producen poca esperma, solo unos tres millones de espermatozoides por copulación, los cuales se acoplan de dos en dos para aumentar la posibilidad de reproducción. Posteriormente se separan y logran fecundar un solo óvulo.
Por lo general, la fecundación tarda 14 días, la madurez llega a los 10 meses, la menopausia se manifiesta dos años después y fallecen al poco tiempo. Se reproducen hasta tres veces al año.
Como las zarigüeyas no tienen placenta para que la cría se alimente, estas suelen ser muy pequeñas, incluso nacen sin ojos ni orejas. Una camada, que puede contemplar entre cuatro y 16 criaturas, no siempre consigue nutrirse por completo de la madre. Las primeras se pegan al pezón, pero las últimas pueden morir de hambre.
Las crías que sobreviven crecen muy rápido, se mantienen en la bolsa marsupial durante más de 50 días. Al alcanzar las dimensiones de una rata, se arrastran para salir y se cuelgan de la espalda de la mamá hasta que logran valerse por sí mismas.
Un animal con varios nombres
La palabra zarigüeya procede de la voz indígena sarigue. Dicho en inglés, el nombre es oposum. Sin embargo, puede variar según la región en la que se encuentre. En México se le llama tlacuaches, en Guatemala tacuacines, en Perú mucas, en Colombia faras, en Costa Rica zorros, en Uruguay y en Argentina comadreja. Aunque muchos aseguran que el término es erróneo porque corresponde a un animal muy diferente.
La zarigüeya no es un propagador de enfermedades como muchos creen, ni es peligrosa, al menos no para los humanos, pero tiende a mostrarse belicosa cuando alguien intenta agarrarla. Es muy diestra para evitarlo. No sólo corre, sino que emite un sonido muy fuerte con el que intenta ahuyentar a sus cazadores. Si esto no funciona, se vale de otras prácticas más repugnantes. Se orina y defeca para luego caminar sobre sus esfínteres para lanzarlos con su cola en dirección a quienes buscan atraparla. Lo hacen con muy buenos resultados, ya que el olor es repulsivo y hay quienes insisten en que las sustancias son irritantes y provocan la aparición de lesiones en la piel, aunque no está medicamente comprobado.
Tal es su desesperación por escapar, que la zarigüeya se hace la muerta para desorientar a sus agresores. Se queda inmóvil por un rato e incluso el estrés le hace perder la sensibilidad y sus signos vitales, por lo que cualquiera podría creer que efectivamente ha fallecido. Al mirarla se notará que la lengua le cuelga y sus ojos permanecen vidriosos, pero al percatarse de que nadie la acorrala, la zarigüeya vuelve en sí y retoma su trayecto a los matorrales o a su guarida.
De quienes no logran fugarse con éxito son de las lechuzas, culebras, pumas, ocelotes o cunaguaros, especies que con frecuencia se convierten en sus depredadores.
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